Hasta hace algunos años para grabar imágenes y audio se utilizaba el soporte analógico. Las imágenes eran captadas por un CCD ("Charge coupled device" o "Dispositivo de carga acoplada"), un sensor con múltiples y diminutas células fotoeléctricas cuya función era, precisamente, captar las imágenes, que quedaban grabadas en un soporte magnético: la cinta.
En la actualidad los CCD de las cámaras de vídeo digitales son más sensibles y, por tanto, pueden captar una mejor imagen, con mayor calidad. Además los datos del vídeo ya no se graban en un soporte físico, sino que, tal y como explicamos en el capítulo "¿Qué cámara de vídeo elijo? Mini-DV, DVD o HDD", las imágenes y el audio pueden quedar registrados en soportes distintos.
También se puede convertir de analógico a digital, mediante un proceso relativamente sencillo que nos permite archivar nuestros vídeos de toda la vida como un archivo informático que, por tanto, puede ser interpretado por un ordenador y por ende conservado y después transformado (editado).
Por último, el formato digital tiene una perdurabilidad casi "eterna". Se pueden hacer copias de seguridad fácilmente y no se pierde calidad en ese proceso, no como nos ocurre con los vídeos VHS o Beta, cuya pérdida de calidad es evidente con el paso de los años.
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